jueves, 11 de septiembre de 2008

Daniel Melingo: un nuevo descubrimiento viejo


Para los nacidos más allá de las fronteras que delimitan a las naciones de Argentina y Uruguay nos es muy difícil, por mucho que sepamos, imaginarnos el tango nuevo de una manera que no sea mezclado con ritmos electrónicos. Hago esta aclaración porque es muy posible que los más afiebrados por estos lares se hayan enamorado de Adriana Varela (como efectivamente yo lo estoy), que canta como pocas personas esta música sentimental y entregada del sur del continente; que canta canciones nuevas, pero no compuestas por ella. El tango y la milonga nos pueden parecer muchas veces ritmos viejos y tradicionales, que no poseen compositores vigentes, como nos pasa a nosotros con ritmos como el porro o el bambuco, tal vez precisamente por eso, y porque los compositores nuevos de nuestros ritmos vigentes, como el vallenato y la cumbia, no logran unos niveles de calidad ni siquiera regulares.

Hace ya rato me pasaron una canción de un señor Daniel Melingo llamada “Narigón (dub)” la canción es una milonga que habla de un personaje, un malevo, que según entiendo tenía un gusto muy marcado por el consumo de cocaína. La canción era buenísima, pero uno tiende a dejar pasar muchas cosas que están tocándole a la puerta hasta el momento en que resulta realmente propicio dejarlas pasar. Así, duré más de un año en comprender (no es algo raro para nadie) que no existía solamente una canción de este señor: seguramente existía un disco, por lo menos. Ya habiendo oído por ahí algunas canciones más, me decidí hace muy poco a descargar todo lo que me fuera posible de Daniel Melingo.

Su carrera no comenzó como un tanguero: hizo parte de los Abuelos de la nada, formó grupos como Los Twist y Lions in Love, y tocó con Charly García y con otros grupos. Su primer disco como solista tiende más hacia el reggae, y por fin se dedicó a experimentar con el tango en 1998.


Me resulta increíble pensar ahora en todo el tiempo que dejé pasar antes de hacerme con la música de este compositor y cantante argentino, al que no en vano llaman maestro. Es un compositor que logra el perfecto equilibrio entre los elementos originales del tango y la milonga y un espíritu netamente contemporáneo. Canta en lunfardo (el dialecto propio de las villas y los arrabales porteños) como si fuera su lengua natal. Acomoda las palabras con mucho ingenio, y hace canciones divertidísimas sobre la vida del barrio bajo, sin caer en el patetismo de muchas cumbias villeras y conservando el romanticismo que reside en el corazón del Buenos Aires de arrabal. Habla, como en cualquier tango clásico, de la soledad, el amor y la violencia, de los cuchillos y los malevos; es ante todo un compositor inteligente. Se nota desde el principio que conoce el tango a fondo y se nota también que es un músico de conservatorio (efectivamente lo es).

La mayoría de sus canciones apenas pasan de los dos minutos, y existe en ellas el humor que solo se encuentra en el voz a voz del pueblo, como en los viejos tiempos, en el vallenato original de nuestra costa colombiana o en los versitos bogotanos tradicionales. Es tango que muchas veces habla del espíritu mismo del tango, y de principio a fin es un placer oírle un disco entero.

El tango no es nada nuevo, pero Melingo es siempre novedoso. A medida que lo escucho me sorprendo más y más con la riqueza de sus composiciones, y me abruma que haya existido ya alguien capaz de hacer tangos tan nuevos y tan buenos a la manera de los clásicos. No quiero decir con esto que no me gusten los colectivos de tango electrónico, como el Gotan Project, Bajofondo o Libertango, pero es siempre refrescante encontrarse con músicos de este porte. Por eso este maestro argentino contemporáneo es mi recomendado, recomendadísimo, imperdible.

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