jueves, 13 de noviembre de 2008

Rock al parque, más de una semana después


(queridos lectores: se trata de un artículo largo como pocos, espero sepan perdonar la falta de brevedad, pero en realidad traté de ser conciso pues se trata del resumen del evento completo. y dice...)

Ya ha pasado más de una semana desde rock al parque. Ya mis tenis están limpios de nuevo, mi ropa seca, pero mi memoria sigue intacta. Este es un resumen de lo que vi en Rock al parque 2008.

A pesar del inclemente azote de Dios vengador, que al parecer conspiró con el Opus Dei y algunos elementos del partido de la U para acabar con el festival (curiosamente esto mismo pasa cada año desde que lo hacen en noviembre), muchos asistimos a nuestra cita anual en el Simón Bolívar, una cita con la música, con la lluvia, con las mismas caras conocidas, con el barro y la comida fea y cara (aunque el chorizo con arepa este año estuvo fabuloso).

El sábado 1 de noviembre no asistí, debido a compromisos previos, y me quedé con la curiosidad de ver muchas cosas. El domingo, luego de haber pasado el aguacero novembrino que es regla en Rock al Parque, me dirigí al parque, sin saber bien qué había sido de la programación y llegué justo para Gondwana, así que quiero comenzar por lo que no me gustó o en general no me gusta.



Han de saber de antemano que lo mío definitivamente no es el reggae, pero es una cuestión de temperamentos. De hecho, me va mucho mejor con géneros derivados de éste, como el dub o el dancehall. No por eso quiere decir que no sea capaz de reconocer una buena banda de reggae cuando la veo. Gondwana me pareció un grupo repetitivo, al que le pesan los años y años de oír incesantemente Bob Marley y el consumo concupiscente de marihuana, que no tiene nada muy innovador para enganchar al oyente escéptico, como yo, y tampoco cuenta con una instrumentación lo suficientemente compleja para lograr resultados interesantes en su comunión con el mundo. Sin embargo, algo bueno han de hacer, porque todo el mundo estaba encantado. Yo de verdad no encontré un solo ritmo que me hiciera bailar de corazón, y es exactamente lo mismo que encuentro en la música de Dr. Krápula.


La banda bogotana Dr. Krápula es un viejo conocido. Llevan tocando en Rock al parque casi tanto como yo llevo yendo y llevan haciendo casi exactamente lo mismo todo este tiempo. Empezaron siendo una banda de ska, y todavía conservan algunas cosas de ese género, pero en aras de alcanzar el curubito del reconocimiento nacional y continental han optado por añadir sonidos nuevos, como el barra brava en donde cantan como aficionados del fútbol en canciones como “La fuerza del amor” o “El pibe de mi barrio”. Lo lograron, y de nuevo las multitudes estuvieron dichosas, finalmente Dr. Krápula es una banda que nace del barrio, son vecinos de Rock al Parque y se han ganado a pulso el reconocimiento y el cariño de la afición que tienen, que es mucha. Yo por mi parte pienso que son un bodrio, pero eso es problema mío, que nunca creo que la mayoría tenga la razón. Lejos de los gustos musicales y de todo lo que yo pueda despotricar sobre los grupos que poco innovan, hay un sinsabor que me queda de todo esto: ¿es esta la única izquierda que nos queda? No tienen un discurso tan inconsistente como el de Amós Piñeros, voz líder de Ultrageno, pero se desgastan en pelear contra cada detalle que no les parece. Supongo que esto es material de otro artículo.

Una amiga mía del alma dijo muy sabiamente que las mejores canciones de reggae que había oído pertenecían a bandas que no hacían solamente este tipo de música, y los ejemplos son muchos. Sin ir más lejos, Sargento García, un grupo francés con espíritu sudaca (como tantos franceses) es una banda que mezcla salsa y reggae. Con ellos, como siguiendo una tanda por géneros, empiezo a hablar de lo que me gustó. Sin ser mi grupo favorito, ni siquiera un top cien, este colectivo de músicos reconoce la importancia de la fusión, cantan con todo desparpajo, vestidos como si vinieran a Cartagena y de manera muy amistosa. Tienen canciones geniales, ritmos de salsa deliciosos y buenos sets de vientos, y cada tanto sueltan un reggae bien hecho, que puede no matarme, pero me sorprende, y con eso es suficiente.

Por esa misma línea viene la Kinky Beat, la otra banda de la Europa latina que nos visitó este año. Son una banda que hace ska, sobre todo, pero lo combinan con muchas cosas, algunos accesos de rap ejecutados por su voz principal, una española de voz gruesa y fuerte, algunos devaneos hacia la patchanka de Mano Negra y ese sonido tan característico de Barcelona, que reside en grupos de todo tipo, desde la Cabra Mecánica hasta Ojos de Brujo, una facilidad hacia la rumba que el sonido de esa ciudad tiene y es inimitable. Me parece un grupo sólido y fiestero, que no se queda con un solo sonido y vale la pena tener en cuenta.


De las mejores cosas que vi fue Austin TV, en la tarde del lunes. Los conocía de hace poco, pero nunca les había puesto realmente atención. Pude verlos en la fiesta en la noche del domingo y me encantaron. El cantante habla de más a ratos, pero tienen una propuesta como no se veía hace mucho tiempo en el festival. Son muy jóvenes, y eso solo puede dejarme a la espera de mejores cosas por venir, lo que es muy bueno, porque de verdad son un muy buen grupo. Tienen un sonido que combina todo tipo de influencias, desde Sigur Ros hasta toda la movida de Monterrey. No cantan, pero el espectáculo que dan es suficiente, saltando por el escenario, o saliendo a compartir con el público, que quedó enamorado de ellos por sus ritmos fuertes, las guitarras distorsionadas, los excelentes atuendos con máscaras (a ninguno se le ve la cara) y en general, por lo refrescante de este tipo de novedades en la tarima, sobre todo si se trata de actuaciones tan generosas y comprometidas como las de Austin TV. Excelente contratación.


El domingo cerraron dos bandas de mi entero agrado. Babasónicos es un grupo del que soy aficionado desde que tengo 12 años, cuando oí su canción “Malón” por el tan extrañado MTV Latino de los noventas. Desde ese momento siempre han sido para mí el mejor grupo de rock latinoamericano, siempre capaces de sorprenderme y cambiar, en cualquiera de sus etapas. Tienen canciones que parecen sacadas de los archivos apócrifos de Palito Ortega o Leonardo Favio y tienen otras que son rigurosamente rock. No se niegan a ningún ritmo (este año cerraron con su canción “El ídolo” que es absolutamente country) pero tienen un sonido inconfundible. Es además una banda que me trae recuerdos de amigos del alma y niñas que quiero mucho, una de las cuales me acompañó a verlos, como era deber y rigor. Dicho todo esto, estuvo mejor la presentación del 2004. Tocaron menos canciones del Jessico, y muy pocas de su último álbum. Eso sí, cantaron “Patinador Sagrado” del Trance Zomba (1994) a dúo entre cantante y percusionista (que si no estoy mal son hermanos) de la manera en que la tocaron en el unplugged que hace años hicieron para el mismo MTV que me los presentó. Ese fue un excelente detalle y aunque no fuera el mejor concierto que les he visto, no deja de ser una muy buena experiencia ir a verlos tocar, porque son una gran banda.

Sobre Black Rebel Motorcycle Club ya hablé en un artículo dedicado solamente a ellos, pero debo repetir que me gustó como pocas bandas me han gustado en todos estos años, que concuerdo con José Gandour (www.zonagirante.com) en que es buena idea seguir explorando ese tipo de grupos, pero sobre todo debo resaltar algo que me encantó: no sacaron la bandera de Colombia y se los agradezco desde el fondo de mi alma. En estos años de insulso pero fanático patriotismo es refrescante ver a un grupo extranjero que no saque la bendita bandera y diga que nuestro país es lo mejor; de hecho me parece más respetuoso cuando vienen a hacer lo suyo y lo hacen bien, sin oír las idioteces que seguramente les dicen los productores, managers y organizadores antes de salir a cada concierto en cada país al que van, desde New Hampshire hasta Etiopía (si bien nuestro país debe ser top 5 en lagartería).

Bloc Party en cambio sí la sacó, pero es un detalle menor en comparación con el concierto que nos dieron en la noche del lunes. Si existe una evolución notable dentro del gusto del público de Rock al Parque es que se puedan traer bandas de este talante, en el borde entre el Punk, el New Wave y el pop, sin que todos estén pidiendo a gritos “Tenebrarum”, legendaria banda de métal que nunca oí, pero siempre veía en el cartel (¿Qué habrá sido de ellos?).


Hay muchas cosas que me gustaron dentro de la presentación de Bloc Party. La primera, su cantante, y la forma en que cantaba cada canción, desde el alma, muchas veces abrazando la guitarra y dando pequeños brincos. Su performance es completamente sincera y es capaz de enganchar al más escéptico con esa voz que une el pregón rápido del punk y el new wave con algo de lamentos de blues, herramienta que saben usar a la perfección. La otra cosa son las secuencias que usan, muy sencillas y perfectamente apropiadas. Las canciones en general son buenas y hay un par que son excelentes, valió la pena perfectamente haberlos traído.

En una canción tuvieron un comienzo en falso. Kele Okereke, el vocalista, paró en seco y dijo: “creo que Bogotá se merece una guitarra bien afinada”. Pidió una nueva, y volvieron a empezar, dueños de todo nuestro cariño. Creo que este episodio es el más apropiado para cerrar mi reseña; Bogotá no solo se merece una guitarra bien afinada, se merece mil. Rock al parque debería empezar desde ya a construir una cultura del rock bien consolidada, subir los estándares de exigencia, tomar parte en la evolución del rock colombiano. Esta edición me gustó, pero porque yo no era una banda invitada, ni nada parecido, menos aún una que haya ganado la convocatoria. Hay problemas para solucionar, pero no por eso Rock al Parque ha dejado de ser mi fin de semana favorito (exceptuando tal vez mi cumpleaños).

Todas las fotos de este artículo las extraje sin permiso de www.rockalparque.gov.co

Santiago Rivas

lunes, 3 de noviembre de 2008

Black Rebel Motorcycle Club


I fell in love with the sweet sensation
I gave my heart to a simple chord
I gave my soul to a new religion
Whatever happened to you?
Whatever happened to our rock'n'roll?
Whatever happened to my rock'n'roll?

Hace unos años conocí a Black Rebel Motorcycle Club, y no logro cansarme de oírlos. Cuando supe que venían para Rock al Parque pegué un brinco de la emoción, porque es un grupo que no mucha gente conoce aún en nuestro país y nunca aspiraba a verlos en vivo, pero así son las cosas y me preparé concienzudamente para ir a su encuentro. Aún así, no sabía qué esperar cuando por fin los anunciaron en la tarima del Simón Bolívar.

Gracias a la reciente aparición de Vh1 en nuestras vidas ahora el rock es como una especie de religión. No importa qué tan aburrida sea tu vida, o qué tan malo sea tu grupo, lo importante es rockear, sin que importe cómo lo haces: a veces es la ropa, a veces la actitud, incluso la capacidad de pararte a hacer el oso. Las menos de las veces es la música, si bien se supone que Juanes es rock y Maná también. Anoche efectivamente pusieron a prueba nuestra fe, pues tuvimos que esperar bajo un aguacero tremendo a que por fin nos anunciaran la llegada de esta banda de California, y valió cada segundo de esa espera, porque creo que supieron darnos una lección de lo que significa rockear.

El planteamiento inicial de BRMC es simple: no se separan del rock clásico, todo lo contrario (usan amplificadores de tubos), pero todavía hay más. Sobre ese esquema básico montan una propuesta sonora imposible de definir (en Wikipedia los clasifican en 8 géneros distintos), mezclando elementos del rock puro de garaje con momentos sicodélicos, llegando incluso a ese sonido heroinómano post punk que a veces nos hace tan bien escuchar. Hay gente que desearía que todos los grupos de Rock al Parque fueran metal, o nuevo metal; hay gente que solamente baila cuando sabe quién canta, pero la gran mayoría de los que nos quedamos fuimos cautivados, así muchos no los hubieran oído en su vida.

¿Querían rock? ¿Querían ritmos contundentes y letras sencillas? ¿Querían pintas de rockero? ¿Querían actitud? Todo eso pasó frente a nuestros ojos anoche; se pararon a hacer lo suyo, sin mayores pretensiones, sin discursos y sin poses: solo rock, porque así se hace. Lo demás fue sencillo: quedar boquiabierto, saltar bajo la lluvia, mover la cabeza agitar los brazos y gritar, para devolverme a mi casa ronco, completamente empapado y completamente satisfecho, seguro de haber visto uno de los mejores conciertos que nos han dado y deseando en el fondo de mi alma que sigan trayendo grupos así para que nos sigan dando las lecciones que tanta falta nos hacen.

(Este artículo aparece también dentro del cubrimiento de Rock al Parque hecho por Zona Girante http://www.zonagirante.com/ )

Santiago Rivas

miércoles, 15 de octubre de 2008

Reactable: enterevista con Sergi Jordá.

Por: Mariano Lugari.
Fotogrfía: Chema LLanos.

¿Te has sentado con calma y solo a tocar al Reactable? Sí, pero mucho menos de lo que quisiera… lo cual es un contrasentido, porque creamos esto para hacer música, pero cada vez tenemos menos tiempo para hacerlo. Me gustaría poder practicar mucho más y dedicarle más horas, con calma, pero me temo que se me está haciendo muy difícil en este momento.

¿Y cuando te queda algún rato libre te pasas por la tabla o tampoco? Como te decía, ‘ratos libres’ no me quedan. De hecho, aquí en el Institut se ha vuelto un trabajo y cuando surgen conciertos, por decir para mañana, la cuestión se vuelve muy estresante. Cuando está claro que esta no es la situación ideal: a mí me gustaría sentarme y disfrutarla. Pero bueno, es el momento que estamos viviendo los del equipo y esperemos que no sea siempre así.

¿Por qué React? Saliendo un poco de lo típico… Bueno, por ‘reacción’. Tampoco nos lo pensamos mucho. De hecho su objetivo no era que fuera mundialmente famosa… a veces les pones nombres a las cosas como les pones nombre a tu perro. Tampoco fue muy trascendente la elección del nombre, llevó 1 minuto y fue una combinación muy obvia: reaction, table, reactable…

El mundo es muy grande ¿será que otro también inventó una Reactable y no le fue tan bien? Bueno, mesas interactivas hay desde hace unos años, incluso que hacen música… por ejemplo, en 2001 se presentó una tabla para mezclar que se llama Audiopad, hecha en el MediaLab del MIT de Boston. Esa es la muestra de que cualquier cosa que surge, tiene un pasado y unas influencias. Las nuestras vinieron de muchas partes, incluso del Audiopad, pero todos estos inventos van ligados al mundo científico y de la investigación y como suele ser un medio un poco cerrado, este tipo de información suele conocerse por diferentes medios: conferencias, artículos, etc. Así que no es que sea una cuestión de luchas, estas cosas suceden porque tienen que suceder y en lugares diferentes... lo que sí es cierto, es que hemos tenido más eco que las otras, incluso solo, por el mero hecho de que esta es más atractiva que las otras.

También que sea más bonita visualmente ¿no? La idea del diseño inicial tampoco fue hacerla para que fuera bonita, sino para que fuera útil: todo lo que se ve es información esencial para el que la está tocando. En este sentido, la Reactable es más parecida a la cabina de un avión que a un cuadro. El modelo está más enfocado a lo práctico que a lo artístico. Y fue con esta idea que la desarrollamos, ya que si vas a hacerlo, pues hazlo bien y hazlo bonito, no?
¿Y para este proceso no intervinieron comunicadores o diseñadores? No, en el equipo no hay diseñadores, de hecho, en el equipo somos cuatro y ninguno es diseñador. Lo curioso del caso, es que este año hemos ganado dos premios de diseño, pero ninguno es diseñador.

Y hablando de premios, ¿cómo fue el tema del Golden Nica en el festival ARS de Austria? El Golden Nica es un premio muy importante… es como el premio más importante, entonces después te preguntas ‘¿y ahora qué?’. Esto nos hizo mucha ilusión en su momento, el problema es que estos premios se comunican con mucha antelación y nosotros lo sabíamos cuatro ó cinco meses antes y no podíamos decir nada. Lo cierto es que cuando nos lo entregaron ahora en septiembre, nos seguía haciendo ilusión, pero ya lo habíamos digerido. Pero está claro que esto fue y es muy importante para nosotros.

Bueno y finalmente, el tema Björk y acá sí entramos de lleno en lo típico... Bueno, esto sí que lo hemos explicado varias veces, pero bueno, acá va una vez más. Lo de Björk fue una sorpresa. A ver, la primera presentación de la tabla la hicimos en septiembre de 2005 y en ese momento todo funcionaba ‘normal’, sin muchos altibajos. En noviembre de 2006 colgamos un par de videos en YouTube y ahí la cosa se disparó: empezamos a salir en revistas de Estados Unidos y para enero, ya teníamos miles de visitas. Pues una de esas visitas fue Michel Gondry, que le dijo a Björk que viera el proyecto. Ella nos escribió un mail, nos encontramos en París, un mes antes de su gira, vio la mesa, la estuvo probando en un par de horas y se la quiso llevar. El problema era que la tabla no estaba preparada para una gira, así que tuvimos tres semanas para ajustarla y adaptarla y fue muy bien. Y a partir de que ella la adquiriera, las cosas se dispararon aún más. De hecho, de momento, hay otros músicos que quieren la tabla, pero por ahora ahí les dejo eso.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Pink Martini.


En una de estas largas noches, en esta ciudad de condes anacrónicos y viajeros errantes, estaba oyendo el iPod (que no lo mismo que escuchar), cuando depronto empezó a sonar 'Sympathique'... ya saben: 'je ne veux pas travailler, je veux pas déjeuner..." esa canción que cantan las niñas lindas cuando creen que el francés es un idioma bonito... esa.

Me acordé de las múltiples veces que la he cantado, de las múltiples personas que me recuerda y de los múltilpes comerciales donde la han puesto de fondo y pensé que podría ser de alguien famoso. Por supuesto, como los referentes de cantantes en francés son tan pocos, pensé en Edith Piaf, pero inmediatamente me corregí: Edith Piaf no cantaba ese tipo de canciones. Entonces busqué por el autor de la canción y me encontré con una muy buena sorpresa: Pink Martini.

Esta banda formada en Oregon... ya saben: ese estado de Estados Unidos que solo es conocido porque queda arriba de California... ese. Pues esta banda, ha sido un éxito desde su creación en 1994. No solo porque ha sabido romper con esos cánones de música comercial tan comunes en Estados Unidos, sino porque se ha atrevido a volver a ritmos musicales más tradicionales como el jazz, el bolero o la samba.

Aparte de todo lo anterior, esta 'pequeña orquesta' como se autodenominan, es una multitud de intrumentos en los que se incluyen los vientos e instrumentos de cuerda distintos a la guitarra o el bajo, encontrando así violas, violines, entre otros. Eso sin mencionar que cantan en otros idiomas distintos al inglés, como francés, español y portugués.


Por otro lado, aunque algunas canciones suelen ser un poco sosas y los ritmos ya muy escuchados, tienen un talento que es innegable y una cantante que aunque tiene una voz realmente sorprendente, esta no tiene nada que ver con el físico, lo cual se le abona.

Por el momento esto: una muestra más de que la música tiene múltiples variantes y esta es una de ellas. Les dejo el link de la página por si los quieren conocer y una muestra del talento de esta gente, en la nueva sección del blog: 'Canción post'. Esta vez con 'Bolero'... una versión en bolero, del 'Bolero' de Ravel (Maurice Ravel).

Pink Martini, en: http://www.pinkmartini.com


Mariano Lugari.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Daniel Melingo: un nuevo descubrimiento viejo


Para los nacidos más allá de las fronteras que delimitan a las naciones de Argentina y Uruguay nos es muy difícil, por mucho que sepamos, imaginarnos el tango nuevo de una manera que no sea mezclado con ritmos electrónicos. Hago esta aclaración porque es muy posible que los más afiebrados por estos lares se hayan enamorado de Adriana Varela (como efectivamente yo lo estoy), que canta como pocas personas esta música sentimental y entregada del sur del continente; que canta canciones nuevas, pero no compuestas por ella. El tango y la milonga nos pueden parecer muchas veces ritmos viejos y tradicionales, que no poseen compositores vigentes, como nos pasa a nosotros con ritmos como el porro o el bambuco, tal vez precisamente por eso, y porque los compositores nuevos de nuestros ritmos vigentes, como el vallenato y la cumbia, no logran unos niveles de calidad ni siquiera regulares.

Hace ya rato me pasaron una canción de un señor Daniel Melingo llamada “Narigón (dub)” la canción es una milonga que habla de un personaje, un malevo, que según entiendo tenía un gusto muy marcado por el consumo de cocaína. La canción era buenísima, pero uno tiende a dejar pasar muchas cosas que están tocándole a la puerta hasta el momento en que resulta realmente propicio dejarlas pasar. Así, duré más de un año en comprender (no es algo raro para nadie) que no existía solamente una canción de este señor: seguramente existía un disco, por lo menos. Ya habiendo oído por ahí algunas canciones más, me decidí hace muy poco a descargar todo lo que me fuera posible de Daniel Melingo.

Su carrera no comenzó como un tanguero: hizo parte de los Abuelos de la nada, formó grupos como Los Twist y Lions in Love, y tocó con Charly García y con otros grupos. Su primer disco como solista tiende más hacia el reggae, y por fin se dedicó a experimentar con el tango en 1998.


Me resulta increíble pensar ahora en todo el tiempo que dejé pasar antes de hacerme con la música de este compositor y cantante argentino, al que no en vano llaman maestro. Es un compositor que logra el perfecto equilibrio entre los elementos originales del tango y la milonga y un espíritu netamente contemporáneo. Canta en lunfardo (el dialecto propio de las villas y los arrabales porteños) como si fuera su lengua natal. Acomoda las palabras con mucho ingenio, y hace canciones divertidísimas sobre la vida del barrio bajo, sin caer en el patetismo de muchas cumbias villeras y conservando el romanticismo que reside en el corazón del Buenos Aires de arrabal. Habla, como en cualquier tango clásico, de la soledad, el amor y la violencia, de los cuchillos y los malevos; es ante todo un compositor inteligente. Se nota desde el principio que conoce el tango a fondo y se nota también que es un músico de conservatorio (efectivamente lo es).

La mayoría de sus canciones apenas pasan de los dos minutos, y existe en ellas el humor que solo se encuentra en el voz a voz del pueblo, como en los viejos tiempos, en el vallenato original de nuestra costa colombiana o en los versitos bogotanos tradicionales. Es tango que muchas veces habla del espíritu mismo del tango, y de principio a fin es un placer oírle un disco entero.

El tango no es nada nuevo, pero Melingo es siempre novedoso. A medida que lo escucho me sorprendo más y más con la riqueza de sus composiciones, y me abruma que haya existido ya alguien capaz de hacer tangos tan nuevos y tan buenos a la manera de los clásicos. No quiero decir con esto que no me gusten los colectivos de tango electrónico, como el Gotan Project, Bajofondo o Libertango, pero es siempre refrescante encontrarse con músicos de este porte. Por eso este maestro argentino contemporáneo es mi recomendado, recomendadísimo, imperdible.

domingo, 24 de agosto de 2008

Kortatu, Euskal Herria.


El tema del País Vasco (Euskal Herria) es más complicado de lo que parece. Unos dicen que hace parte de España, otros que no, que solo es parte del Estado, otros que tampoco... en fin, resulta que el tema nacionalista vasco es tal, que en medio de tanto conflicto, han nacido grandes representantes de la música 'peninsular', como es el caso de Kortatu.

El tema nacionalista 'abertzale' fue una de las máximas de este grupo que fue pionero en introducir el punk y el ska en el territorio. De hecho, sus canciones eran cantadas en ambos idiomas, castellano y euskera, con la idea de honrar la identidad vasca y de lograr una mayor acogida en el Euskal Herria. La historia del grupo viene precisamente del nombre del pueblo donde se crió un etarra que tenía el alias de 'Korta', por el caserío donde había nacido: Kortatu.

El caso, en mis eternas navegadas por Internet, me di cuenta que Kortatu no solo fue un grupo muy importante para las juventudes ochenteras españolas (como Negu Gorriak o La Polla Records), sino que además lo fue para el País Vasco entero. Sus letras tenían los temas de costumbre: la lucha antiburguesa, el deterioro de la sociedad y por supuesto, temas relacionados con Euskal Herria y la independencia.

Finalmente logré mi objetivo: encontrar una canción representativa de la lucha vasca... y me encontré con 'Sarri Sarri'. Una canción en euskera, que hace referencia a la fuga de dos etarras, alias 'Sarri' y alias 'Piti', que se escaparon en los altavoces de un cantautor vasco, durante una presentación en una carcel a lo Johnny Cash.

'Sarri Sarri', basada en la canción reaggae 'Chatty Chatty' del grupo Toots & the Maytals, fue un éxito total, rememorando la hazaña de los etarras y burlándose de las autoridades que no fueron capaces de darse cuenta del hecho. Precisamente, la idea de este post, es mostrarles el talento de Kortatu y hacer rememoranza de Toots & the Maytals. Y aunque ya no existan, por el momento y hasta siempre: ¡gora kortatu!

Mariano Lugari.

Sarri Sarri - Kortatu


Chatty Chatty - Toots & the Maytals

viernes, 1 de agosto de 2008

LA RECONTRA, o la fiesta busca su hogar


Es muy poca la música que oímos, pese a que las distancias parecen no existir. Es tanto el ruido que en realidad nadie pone a tención, son tan pocos los que tienen el control que la mayoría de las manifestaciones musicales están todas abarcadas en la despectiva denominación “World music”. Es una especie de miedo a la novedad lo que nos impulsa a quedarnos con lo que ya conocemos, y en un mundo en el que cada vez hay más música resulta triste que de hecho es cada vez menos lo que estamos dispuestos a oír, o en este caso a bailar.

Con Javier Beltrán, un gran amigo mío, tenemos montada una fiesta que funcionó durante tres meses en un bar del norte de Bogotá. Se llama LA RECONTRA aunque ha tenido otros nombres antes. No ponemos en esta fiesta nada que se relacione con el mercado “Anglo”, ni techno, ni rock ni pop. Usamos solamente música que me he empecinado en llamar “de la frontera”, aunque la fiesta a primera vista sea una fiesta gitana. Hay muchas ciudades del mundo en las que se realizan este tipo de fiestas, como en Ámsterdam o Buenos Aires, con la fiesta “Bubamara”.

Los géneros que suenan son muchos y muy diversos. Desde el funk y el Hip Hop no comerciales de grupos como Ozomatli y Jurassic 5 o ritmos latinoamericanos como los de Plastilina Mosh, Illya Kuryaki and The Valderramas e incluso Lucho Bermúdez o Pastor López, hasta música de los Balcanes (Gogol Bordello, Magnifico, Kusturica, Balkan Beat Box) o grupos de la nueva rumba española, como Los Delinqüentes, Ojos de Brujo o El Bicho, por nombrar solamente algunos.



Puedo dar cuenta del éxito que hemos tenido, pues la gente que va se sube a bailar en la tarima, salta toda la noche y al final sale eufórica. No es tanto el mérito nuestro porque la música se defiende sola, es música que sale desde las entrañas de la gente y de los pueblos, música que hace saltar y que está hecha para el desenfreno y la rumba. El gueto es siempre el escenario de las mejores fiestas, las manifestaciones más crudas y más honestas de la cultura universal. Como todos oyen los mismo y el resto del mundo se ha convertido en el gueto de los medios masivos, es mucha la música que existe que nos hace vibrar y nos llena de alegría, lo que necesitamos es asomarnos a oír lo que se está haciendo y ya está.

Sin embargo, el éxito monetario, debido al estrecho público que oye o disfruta de este tipo de música, es muy moderado. Toda esta disertación apunta a lo siguiente: el otro día llamé a uno de los dueños del bar a preguntar por la fecha de la siguiente fiesta (que queremos hacer mensualmente) y me dijo (palabras textuales): “Ahí le dejé un Jueves para su fiesta bohemia”. Pese a que entendemos la necesidad de los bares de subsistir con fiestas que les reporten ganancias sustanciales, no pudimos evitar sentirnos ofendidos con una designación tan lejana al espíritu de nuestra fiesta. Bohemio es un término despectivo que normalmente se usa para denominar a gente de izquierda que oye Silvio Rodríguez y lee poemas de Benedetti. Tanto Javier como yo hemos dejado atrás hace mucho esos días de enardecida cursilería y el mal genio en los dos no se hizo esperar.

Por lo tanto, estamos huérfanos. Si alguno de ustedes sabe de un bar o una discoteca que quiera acoger nuestra propuesta, nos gustaría que nos lo hicieran saber a través de este blog, desde el que imploramos un espacio para no perder lo que ya habíamos logrado, un lugar en el que podamos hacer una fiesta realmente diferente en una ciudad que poco propone a la hora de rumbear. Entonces por favor ayúdennos, envíen este post a sus contactos, o cuéntenles a sus amigos, para ver si existe una forma de volver a hacer LA RECONTRA. Este es en realidad un aviso clasificado de seis párrafos.

Santiago Rivas

Muse (Bogotá, Julio 20 de 2008)


“During the struggle
They will pull us down
Please, please

Let’s use this chance
To turn things around

And tonight
We can truly say

Together we're invincible”


Este es un artículo sobre las palabras. No puede ser casualidad que Muse llegara a Bogotá justo este año, justo en el día en que celebramos nuestra Declaración de Independencia. Es un artículo sobre las palabras porque este es un país en que muchas de ellas se han convertido en armas mortales, un país en el que no existe la comunicación, ni la memoria, el país del blanco y el negro, de los absolutos y los oídos cerrados. No puede ser una coincidencia que hayamos ido los que fuimos a oír un grupo que tan elocuentemente habla de la destrucción, de cambio y de la responsabilidad que todos tenemos frente a la construcción de un mundo diferente, la necesidad de crear una nueva y mejorada realidad.

Hablamos muy a menudo de la patria y del progreso, de los buenos y los malos. Marchamos con el grito en el cuello para reclamar lo que creemos correcto, pero somos incapaces de ver lo que realmente bulle por debajo de los sistemas que nos gobiernan. Somos autómatas que gritan a favor de una bondad que desconocemos.

Es poco lo que puedo decir realmente sobre Muse que no se haya dicho ya, pero voy a intentarlo. Es una banda apocalíptica en todo el sentido de la palabra, con riffs de guitarra grandilocuentes, episodios de piano limpísimos y de una belleza increíble y baterías que dentro de la calidad de una buena percusión incluyen a veces redobles de marcha.

Los empresarios, sin embargo, pensaron que se trataba de una banda de brit pop y pusieron como telonero a una banda colombiana de pop británico (así como lo lee, amigo contribuyente). The Hall Effect vio la luz muy lejos del barrio Londres, al noroccidente de Bogotá, y su popularidad crece, como pasa con todo aquello que es políticamente correcto. Al igual que la mayoría de los compositores de brit pop que nacieron efectivamente en las islas británicas, no hacen música nada novedosa; la fórmula de hacer rock con el Happy Birthday, como lo dice muy acertadamente mi amigo Manuel. Por eso solo se llevan este desafortunado párrafo.

Cuando uso el término “apocalíptica” (acuñado en este caso por Ana, otra gran amiga mía) no me refiero a que nos llamen a arrepentirnos porque se acerca el fin de los tiempos y menos aún a sentarnos a llorar. Hablan de renovación y de revolución, como cantándole al mundo entero. Son capaces de evocar la tristeza más profunda y la ira más encendida, incluso la alegría y el amor más brillantes. Hacen el mejor cover que yo haya oído de una canción de Nina Simone (Feeling good) y sus letras están escritas para buscar nuestras fibras más sensibles, con una claridad que existe en pocos compositores modernos, que se escapa a las fórmulas convencionales. Este es un artículo sobre las palabras porque decimos oír pero no lo hacemos, porque obviamos el mensaje para quedarnos con nuestros propios argumentos y cantar las mismas canciones que recordamos pero no entendemos.

Es fácil oír Muse. Yo estoy convencido de que a todo el mundo le gusta Wagner, porque no existe nada que más cale que el dramatismo de una buena pieza épica, y esta banda usa esta fórmula a la perfección. Y aún así es difícil comprenderlos. Es un rock sentido como el que pocas veces encontramos en estos días y está compuesto sin dejar un solo pedazo al azar, lo que se puede evidenciar perfectamente viéndolos en vivo. Fueron capaces de emocionarme y hacerme gritar hasta la ronquera, nos dejaron a mí y a mis amigos perplejos, sintiendo la necesidad urgente de un trago, para poder sentarnos a comentar lo que habíamos visto, el estremecimiento de todos no podía ser coincidencia.


Este es un artículo sobre las palabras porque Muse habla de la libertad y del cambio, del poder que tenemos para crear nuestra propia realidad y pedir por nuestros derechos. Habían marchado las multitudes esa mañana exigiendo una causa que pese a su justicia, oculta en muchos niveles los hilos de horror e ignorancia que atan y manejan a nuestro país. Y mientras los oía cantar Knights of Cydonia o Invincible (de donde sale la cita de arriba), viendo desfilar por la pantalla de atrás a tantos que durante la historia caminaron en pro de la libertad (las marchas en Soweto, las manifestaciones de Mayo del 68), no pude evitar sentir tristeza por el vacío enorme en el que esas palabras resonaron: el vacío de un país, que al igual que el mundo entero ha olvidado el verdadero significado de las palabras que antes impulsaron cambios fundamentales pero que ahora parecen ser un eslogan más del statu quo y de los sistemas que se nutren con nuestro silencio.

La imagen de Muse en vivo en Bogotá fue tomada de la dirección de flickr de Juliana, una muy querida amiga mía que además tiene cámara (no de aire como los Nike o los pump): http://flickr.com/photos/lafalsaalicia/

Por último quiero pedir disculpas a mis lectores, no solo por lo largo de este artículo, también por mi ausencia prolongadísima en las líneas de este blog. Espero no haberlos perdido a ninguno de ustedes y espero también tener la cabeza para volver pronto a escribir acá, no en seis meses, como en este caso. Valga este artículo para que el silencio en El Wolman también se rompa, gracias a todos por su paciencia.

Santiago Rivas

martes, 29 de enero de 2008

Edith Piaf



La primera vez que oí a Edith Piaf fue en mi casa, porque mi madre siempre ha sido hincha furibunda de esta cantante francesa. Siempre he tenido la imagen de la Piaf muy cerca a la de mi mamá, identificándola con ese romanticismo melancólico que de inmediato aparece cuando se pone un disco de ella, y de esta manera empezó mi relación con sus canciones. Una vez vencido el sesgo mental que nos impide disfrutar la música de nuestros mayores, pasada la tardía adolescencia, me puse a oír seriamente ese sonido tan triste y nostálgico que sin haber pisado París me lo mostraba entero, tal como lo había visto en los libros y en la TV, con canciones cuyas letras nada me decían, pues no sabía gota de francés (en este momento sé un poco más y uno encuentra las traducciones de las letras en internet).

Siempre supe (basta con oírla cantar) que Edith Piaf tuvo una vida difícil. En su música, al igual que en el tango, se mezclan una elegancia incomparable con el espíritu de los barrios bajos, la noche, el delirio y la dignidad de quien conoce la calle como a su propia mano. Es música de las entrañas y para las entrañas, poseedora de una tristeza incomparable y una fuerza avasalladora. Música triste, tristísima, que no es obra de una sola persona pero que se condensa en una intérprete como ninguna otra, capaz desde el principio de hacerme temblar.

Es imposible separar la música de la Piaf de su vida, tormentosa e intensa; imposible separarla de su apariencia de ángel famélico y decadente del romanticismo. Imposible separarla de Francia o de la embriaguez triste de las últimas horas de la noche. Sostiene las palabras como si solo tuviera pulmones adentro y hace que una banda de music hall suene como un grupito de cabaret porque lleva el barrio en la voz. Normalmente se la identifica con la bohemia, pero recomiendo a quienes aborrezcan tal denominación que hagan caso omiso de ella, de verdad vale la pena acercarse a la mejor cantante francesa de todos los tiempos.


La idea y el impulso de escribir sobre Edith Piaf me nació anoche. Después de meses de no saber qué escribir y verme en serias dificultades para publicar algo en este blog, me fui a ver La Môme (para nosotros La Vie en Rose), película que cuenta de forma magnífica la vida de esta cantante nacida en el bajo fondo, usando como eje dos temas que me apasionan: la música y la memoria. Como ya lo dije, siempre supe que su vida había sido difícil, pero nunca supe hasta qué punto. Anoche, mientras pasaban una a una las imágenes de su vida me estremecí en mi asiento, rogando para que me dejaran solo y rogando con más fuerza que la música nunca parara. Hay que vérsela en cine para sentir realmente el sacudón de esa voz y esa música en un surround potente. Hice de tripas corazón y resistí el temblor, junto al resto de la gente, que en su mayoría guardó un largísimo silencio una vez se acabó la película, todos sentados mirando los créditos.

Nada pasa porque sí. La música siempre llega en nuestro auxilio cuando menos la esperamos, y esta vez ha sido Edith Piaf quien llegó a poner la banda sonora a días muy extraños. A lo largo de las dos horas largas que dura la película, con todas las canciones que sonaron y todas las que ya había oído, me reencontré con el poder verdadero y abrumador de la música y la memoria, que en la figura de esta cantante y su voz una vez más me erizaron la piel y me hicieron bajar la cabeza. Pero sobre todo, a través de la música pensé en mi mamá y sorprendido entendí muchas cosas sobre ella, esas imágenes que tal vez habiten en su cabeza, la forma como vive lo bueno y lo malo, la forma como entiende el amor. Y me sorprende descubrir a través de la música que estas cosas habitan tanto en mí, que la llevo oyendo desde hace horas y hasta ahora me tomo un receso, para escribir este artículo, que más que una reseña es un pequeño homenaje.

Santiago Rivas

lunes, 28 de enero de 2008

Bonus Track: canciones para mi papá

Continuando con este tono intimista y tristón que a veces manejo, quiero hacer otro pequeño homenaje. Esta vez he pensado una serie de canciones que quiero que mi papá oiga y le quiero regalar, muy seguramente lo haré. Creo seriamente que podrían gustarle, finalmente no hay nada como una banda sonora que nos acompañe siempre y nada mejor que compartir música, como la primera vez que nos acercamos a ver los acetatos de nuestros padres, entre la curiosidad, la risa y los serios abismos que separan nuestro gusto del de ellos. Claramente la canción Mi Viejo de Piero no va incluida en esta lista, pero en cambio hay algunas repetidas de listas de reproducción anteriores.

Como siempre, si han de querer alguna de estas canciones, espero que me manden un correo a elwalkman@gmail.com pidiéndome la que quieran y yo se las mandaré con mucho gusto. Esta es una playlist para todos, finalmente. Espero la disfruten.

1- Lovestain – José González
2- Joga – Björk
3- I Still haven’t found what I’m looking for – U2
4- Sing – Travis
5- Mayonaise – The Smashing Pumpkins
6- There is a Light that never goes out – The Smiths
7- Street Spirit (fade out) – Radiohead
8- Thursday’s Child – David Bowie
9- The Weeping song – Nick Cave & The Bad Seeds
10- Under the milky way – The Church
11- Running up that hill – Placebo (cover hecho a Kate Bush)
12- Stella Maris – Einstürzende Neubauten
13- Tonight will be fine – Teddy Thompson (cover hecho a Leonard Cohen)
14- Everything will flow – Suede
15- Draggin’ the line – R.E.M.
16- Hallelujah – Leonard Cohen
17- I’m gonna be (500 Miles) – The Proclaimers

Santiago Rivas