jueves, 13 de noviembre de 2008

Rock al parque, más de una semana después


(queridos lectores: se trata de un artículo largo como pocos, espero sepan perdonar la falta de brevedad, pero en realidad traté de ser conciso pues se trata del resumen del evento completo. y dice...)

Ya ha pasado más de una semana desde rock al parque. Ya mis tenis están limpios de nuevo, mi ropa seca, pero mi memoria sigue intacta. Este es un resumen de lo que vi en Rock al parque 2008.

A pesar del inclemente azote de Dios vengador, que al parecer conspiró con el Opus Dei y algunos elementos del partido de la U para acabar con el festival (curiosamente esto mismo pasa cada año desde que lo hacen en noviembre), muchos asistimos a nuestra cita anual en el Simón Bolívar, una cita con la música, con la lluvia, con las mismas caras conocidas, con el barro y la comida fea y cara (aunque el chorizo con arepa este año estuvo fabuloso).

El sábado 1 de noviembre no asistí, debido a compromisos previos, y me quedé con la curiosidad de ver muchas cosas. El domingo, luego de haber pasado el aguacero novembrino que es regla en Rock al Parque, me dirigí al parque, sin saber bien qué había sido de la programación y llegué justo para Gondwana, así que quiero comenzar por lo que no me gustó o en general no me gusta.



Han de saber de antemano que lo mío definitivamente no es el reggae, pero es una cuestión de temperamentos. De hecho, me va mucho mejor con géneros derivados de éste, como el dub o el dancehall. No por eso quiere decir que no sea capaz de reconocer una buena banda de reggae cuando la veo. Gondwana me pareció un grupo repetitivo, al que le pesan los años y años de oír incesantemente Bob Marley y el consumo concupiscente de marihuana, que no tiene nada muy innovador para enganchar al oyente escéptico, como yo, y tampoco cuenta con una instrumentación lo suficientemente compleja para lograr resultados interesantes en su comunión con el mundo. Sin embargo, algo bueno han de hacer, porque todo el mundo estaba encantado. Yo de verdad no encontré un solo ritmo que me hiciera bailar de corazón, y es exactamente lo mismo que encuentro en la música de Dr. Krápula.


La banda bogotana Dr. Krápula es un viejo conocido. Llevan tocando en Rock al parque casi tanto como yo llevo yendo y llevan haciendo casi exactamente lo mismo todo este tiempo. Empezaron siendo una banda de ska, y todavía conservan algunas cosas de ese género, pero en aras de alcanzar el curubito del reconocimiento nacional y continental han optado por añadir sonidos nuevos, como el barra brava en donde cantan como aficionados del fútbol en canciones como “La fuerza del amor” o “El pibe de mi barrio”. Lo lograron, y de nuevo las multitudes estuvieron dichosas, finalmente Dr. Krápula es una banda que nace del barrio, son vecinos de Rock al Parque y se han ganado a pulso el reconocimiento y el cariño de la afición que tienen, que es mucha. Yo por mi parte pienso que son un bodrio, pero eso es problema mío, que nunca creo que la mayoría tenga la razón. Lejos de los gustos musicales y de todo lo que yo pueda despotricar sobre los grupos que poco innovan, hay un sinsabor que me queda de todo esto: ¿es esta la única izquierda que nos queda? No tienen un discurso tan inconsistente como el de Amós Piñeros, voz líder de Ultrageno, pero se desgastan en pelear contra cada detalle que no les parece. Supongo que esto es material de otro artículo.

Una amiga mía del alma dijo muy sabiamente que las mejores canciones de reggae que había oído pertenecían a bandas que no hacían solamente este tipo de música, y los ejemplos son muchos. Sin ir más lejos, Sargento García, un grupo francés con espíritu sudaca (como tantos franceses) es una banda que mezcla salsa y reggae. Con ellos, como siguiendo una tanda por géneros, empiezo a hablar de lo que me gustó. Sin ser mi grupo favorito, ni siquiera un top cien, este colectivo de músicos reconoce la importancia de la fusión, cantan con todo desparpajo, vestidos como si vinieran a Cartagena y de manera muy amistosa. Tienen canciones geniales, ritmos de salsa deliciosos y buenos sets de vientos, y cada tanto sueltan un reggae bien hecho, que puede no matarme, pero me sorprende, y con eso es suficiente.

Por esa misma línea viene la Kinky Beat, la otra banda de la Europa latina que nos visitó este año. Son una banda que hace ska, sobre todo, pero lo combinan con muchas cosas, algunos accesos de rap ejecutados por su voz principal, una española de voz gruesa y fuerte, algunos devaneos hacia la patchanka de Mano Negra y ese sonido tan característico de Barcelona, que reside en grupos de todo tipo, desde la Cabra Mecánica hasta Ojos de Brujo, una facilidad hacia la rumba que el sonido de esa ciudad tiene y es inimitable. Me parece un grupo sólido y fiestero, que no se queda con un solo sonido y vale la pena tener en cuenta.


De las mejores cosas que vi fue Austin TV, en la tarde del lunes. Los conocía de hace poco, pero nunca les había puesto realmente atención. Pude verlos en la fiesta en la noche del domingo y me encantaron. El cantante habla de más a ratos, pero tienen una propuesta como no se veía hace mucho tiempo en el festival. Son muy jóvenes, y eso solo puede dejarme a la espera de mejores cosas por venir, lo que es muy bueno, porque de verdad son un muy buen grupo. Tienen un sonido que combina todo tipo de influencias, desde Sigur Ros hasta toda la movida de Monterrey. No cantan, pero el espectáculo que dan es suficiente, saltando por el escenario, o saliendo a compartir con el público, que quedó enamorado de ellos por sus ritmos fuertes, las guitarras distorsionadas, los excelentes atuendos con máscaras (a ninguno se le ve la cara) y en general, por lo refrescante de este tipo de novedades en la tarima, sobre todo si se trata de actuaciones tan generosas y comprometidas como las de Austin TV. Excelente contratación.


El domingo cerraron dos bandas de mi entero agrado. Babasónicos es un grupo del que soy aficionado desde que tengo 12 años, cuando oí su canción “Malón” por el tan extrañado MTV Latino de los noventas. Desde ese momento siempre han sido para mí el mejor grupo de rock latinoamericano, siempre capaces de sorprenderme y cambiar, en cualquiera de sus etapas. Tienen canciones que parecen sacadas de los archivos apócrifos de Palito Ortega o Leonardo Favio y tienen otras que son rigurosamente rock. No se niegan a ningún ritmo (este año cerraron con su canción “El ídolo” que es absolutamente country) pero tienen un sonido inconfundible. Es además una banda que me trae recuerdos de amigos del alma y niñas que quiero mucho, una de las cuales me acompañó a verlos, como era deber y rigor. Dicho todo esto, estuvo mejor la presentación del 2004. Tocaron menos canciones del Jessico, y muy pocas de su último álbum. Eso sí, cantaron “Patinador Sagrado” del Trance Zomba (1994) a dúo entre cantante y percusionista (que si no estoy mal son hermanos) de la manera en que la tocaron en el unplugged que hace años hicieron para el mismo MTV que me los presentó. Ese fue un excelente detalle y aunque no fuera el mejor concierto que les he visto, no deja de ser una muy buena experiencia ir a verlos tocar, porque son una gran banda.

Sobre Black Rebel Motorcycle Club ya hablé en un artículo dedicado solamente a ellos, pero debo repetir que me gustó como pocas bandas me han gustado en todos estos años, que concuerdo con José Gandour (www.zonagirante.com) en que es buena idea seguir explorando ese tipo de grupos, pero sobre todo debo resaltar algo que me encantó: no sacaron la bandera de Colombia y se los agradezco desde el fondo de mi alma. En estos años de insulso pero fanático patriotismo es refrescante ver a un grupo extranjero que no saque la bendita bandera y diga que nuestro país es lo mejor; de hecho me parece más respetuoso cuando vienen a hacer lo suyo y lo hacen bien, sin oír las idioteces que seguramente les dicen los productores, managers y organizadores antes de salir a cada concierto en cada país al que van, desde New Hampshire hasta Etiopía (si bien nuestro país debe ser top 5 en lagartería).

Bloc Party en cambio sí la sacó, pero es un detalle menor en comparación con el concierto que nos dieron en la noche del lunes. Si existe una evolución notable dentro del gusto del público de Rock al Parque es que se puedan traer bandas de este talante, en el borde entre el Punk, el New Wave y el pop, sin que todos estén pidiendo a gritos “Tenebrarum”, legendaria banda de métal que nunca oí, pero siempre veía en el cartel (¿Qué habrá sido de ellos?).


Hay muchas cosas que me gustaron dentro de la presentación de Bloc Party. La primera, su cantante, y la forma en que cantaba cada canción, desde el alma, muchas veces abrazando la guitarra y dando pequeños brincos. Su performance es completamente sincera y es capaz de enganchar al más escéptico con esa voz que une el pregón rápido del punk y el new wave con algo de lamentos de blues, herramienta que saben usar a la perfección. La otra cosa son las secuencias que usan, muy sencillas y perfectamente apropiadas. Las canciones en general son buenas y hay un par que son excelentes, valió la pena perfectamente haberlos traído.

En una canción tuvieron un comienzo en falso. Kele Okereke, el vocalista, paró en seco y dijo: “creo que Bogotá se merece una guitarra bien afinada”. Pidió una nueva, y volvieron a empezar, dueños de todo nuestro cariño. Creo que este episodio es el más apropiado para cerrar mi reseña; Bogotá no solo se merece una guitarra bien afinada, se merece mil. Rock al parque debería empezar desde ya a construir una cultura del rock bien consolidada, subir los estándares de exigencia, tomar parte en la evolución del rock colombiano. Esta edición me gustó, pero porque yo no era una banda invitada, ni nada parecido, menos aún una que haya ganado la convocatoria. Hay problemas para solucionar, pero no por eso Rock al Parque ha dejado de ser mi fin de semana favorito (exceptuando tal vez mi cumpleaños).

Todas las fotos de este artículo las extraje sin permiso de www.rockalparque.gov.co

Santiago Rivas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, me parece que le hace falta el sábado al resumen. que ,bueno, si toco Masacre (jajaj) pero ademas de las bandas "canecas" de siempre, tocaron muy buenas bandas como los ratos de porao (buen HC-punk brasilero que no se porque abrieron el festival en el lago!!, antes no los pusieron a tocar en un parqueadero) y Carcass banda de balck/death metal, que dio un muy buen espectáculo.
No se si los lectores de este blog consideren estos géneros adolescentes, o canequeros, yo creo que se deben oir, y no pasar a clasificarlos como "musica pesada" (termino que me parece idiota). Debo aclarar que no soy ni metalero ni pank